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Antes de llenar de tinta la mirada,

de escabullir el fuego bajo de la piel,
de pedirme como la aguja en la paja
en un mar donde el agua nunca se calla,
de ver un rompe del amanecer hecho papel.

De que nerviadas uñas me repican
en una flor que busca inspiración,
de hacer que nuestra sangre se una y firme
un pacto donde cada corazón se encuentre libre
para juzgar si quiere sufrir de amor.

De ser tan fría y cruel como la alegría
cuando se pasea cerca del sufrimiento,
de llevarle al moribunt un vaho de vida
fingiendo que no soy sal en la herida
sino el aroma fresco del gesmiler.

Antes de evidenciar toda esta farsa
donde puedo y debo y quiero estar solo el vatio,
quisiera descarnar mi entraña
abriendo de par en par lo que ella guarda,
quisiera… Hasta los huesos desnudar.
*

Tal vez necesito estar inerme
mostrando todo lo más frágil que hay en mí,
quizás el corazón pida que la aireación
para notar los besos o las piedras
que hacen de la poesía mi camino.

O igual está ahogándose la vida
y me pincha para hacerle un poco de caso,
sacudiéndome para dejar que la mentira
redole por encima de la fatiga
y sobrecoge cualquier curiosidad.

Mas sea lo que sea lo que empuja
a desventrarme el cuerpo en el ánimo loco,
espero que el teatro que nos atrasa
podrá contar ambos, en voz de seda,
por qué de esta quimérica ficción.

Porque hago que te ensucies en caricias
que solo han conocido mi piel,
levantando mil sensaciones de las sillas
donde se asediaban dulces y tranquilas
para hervirte el mundo en pasión y sed.

Te he llevado a mendigar mi boca
vendiéndola como luz en el horizonte,
dejándote el estupor como nueva aurora
y haciendo que una veleta caprichosa
revelo si estoy hoy de buen humor.

Y te he robado las lágrimas más agrias
hablándote de lo suela que ahora estoy,
mostrándote las estrellas como cadáveres
en medio de una batalla sin imágenes
narrada en la rima más pueril.

También has visto afilar los dientes de tigre
para morderte el órfico de tus ojos, como si cegándote mi terrible destino
dejara tu albedrío tan virgen y libre
como ese primer gozo que hoy ya es humo.

Incluso te he hecho sufrir la lucha estéril
de un tiempo mal dirigido sólo por Sols,
unos astros que me piensan luna débil
y no como poderosa pluma fénix
que nace para desangrarse en otros corazones.

Así que busquémonos juntos las calmas
que sólo a huellas nos hacen caso,
cruzamos nuestro amor en las miradas
y sin cabeza de carne levantando murallas
jugamos a fundir el alma en un baile.

— II —

Imagine tu rostro dibujando una sonrisa
tan sarcástico y anónimo como el corte de la burla,
imagine la brisa invadiéndote las alas
para surcar suerte o angustia según marque el destino.
Imagino que esperas que partimos hacia ensomis
de fortunas jocosas, de memorias absurdas,
batallas, fuerza, solidas, espera,
de rodar por la vida… Imagino que en mí.

Mas no es solo fantasía, ni recelo, ni sospecha
lo que hace que me cuelgue de tu custodia,
tampoco son las cadenas que ilusorias me abrazan
las que urden las trenzas de abundantes sentimientos.

Lo que al verme sustenta eras tú, ¡Tú! Esencia
y existencia que atrapa cada fibra amorada,
cada gozo que guilopo levanta el vuelo a la garganta
y se escapa muy ágil haciéndose el dueño del tiempo.

¡Ay! ¡Qué inmune me encuentro en las zarpas de los bobos!
¡Qué infalible en el martirio de mis ideas!
Los arpegios melódicos, los silencios que se pierden
entre cuerdas y letras que conforman el mundo.
Nada, amor, puede detenerme si me haces de acoraza,
si bosques coronas y me rodeas de gloria,
nadie puede remojarme en robusta tristeza
ni me puede hacer arcilla si es diamante la semilla.

Claro, que a veces el cálido de sentirme segura
derrite, de mis hombros, el entusiasmo del estrecho,
me transforma las risas en campanas de vidrio
que sólo que resuenan inspirándose en extraños.
Y la paz no me sosobra ni la Fe me come a besos
ni al cielo levanto la cara para pintarla azulada,
no alimenta las horas al danzar por las llamas
ni consuele mis sueños escapados de las manos.

Y es justito en tal acto, mientras caen al suelo
los colores que la vida me ha puesto de peana,
cuando te abrazo en más fuerza y tu ausencia tiembla,
cuando me siento tan voluble como una hebra llevada por el viento.
Cuando apoye la espalda en otro planeta
tan lejano y tan recóndito que no tiene ni existencia,
cuando muerde esa cola tan eterna como corta
y revelo apocada, que soy maestra de… ¡Nada!

— III —

Todavía estás ahí, oyendo, mirándome,
en esa compresión sin palabras
que hace echarse mi alma por ti.
Que lleva a mi carne a ardir de fiebre
que me hace mover la sangre, por el mundo, medio ciega
que me deja, ante todos, en el corazón desnudo.

Un corazón mal desnudo de pelos celosos
hurgados al viejo compás de ese oscuro cosmos
que siempre, noche y día, me persigue.
Que se desperdiga hecho poesía
sin orden, sin ley, sin armonía…
Manchando todo lo que encuentra en el camino.

Debilitándome a un punto tan metafórico
que me torpe hecha hipnosis
y me envuelve dentro de un retoño.
Quebrando cada solomillo vendido como calma,
rompiendo cada ventana que resguarda
mi amortajada esclavitud.

Pues es el despotismo de una musa
lo que me saca el invierno y me hace pequeña,

lo que me agarra el juicio y me hace desierto.
Tan floja, tan sumisa al raso de tierra
que oxide en la mirada cada estrella
desconjuntándome los dedos en cotompel.

¡Qué gran deleite es nacer sin inicio!
Como quien se columpia en ondas y delirios
prestados solo para roble al de al lado.
Regurgitando sentires sobre la página
hurtados, pero que necesitas en la entraña
como si estuviera llena en hijos recién nacidos.

Supongo… No, no lo supongo, estoy segura
que toda esta medrosa y baladí lluvia
de sentimientos y opacas confesiones,
te hace sentirme arena movediza
tan falta en cimientos para la vida
que nada puede salvarme de la extinción.

Nada puede inmutar mi cansancio
que ya nutre la efímera catarsis
de estar en la copilla de la paz.
Nada puede apagar lo que ya es ceniza
antes de declarársele la guerra,
nada puede ya salvarme de esta llave.

¿Cómo puedo ser tan, tan frágil?… ¡Tan tan frágil!
No puedo comprender cuál es el hecho mágico
que todavía me sujeta a este mundo.
Pero ¿qué digo?… ¡Qué estúpida sobrosa!
Si yo vivo para leerte de la boca
una única palabra: Amor…
¡Amor!